9/12/07

Vogel*

Presentación de Alejandro Morales

¨Soy alemán de nacimiento: de padres pobres, y con consentimiento de ellos tomé la resolución de buscar mejor suerte en este país, pues mi jefe en Hamburgo, el finado señor H. J. Blume (en paz descanse), me contó de su larga vida en México y con su animación tomé la resolución de buscar mejor suerte en México. Nací el año de 1848 en Hamburgo, recibiendo mi instrucción en buenas escuelas de Hamburgo y llegando a Manzanillo en el año de 1868, viviendo y trabajando desde ese tiempo en el estado de Colima, donde en 1875 me he casado con una mexicana, doña Clotilde Quevedo (a Dios doy gracias), habiendo habido en este matrimonio cuatro hijas, ya casadas.
Doy a usted estos datos, para hacer manifiesta mi simpatía hacia mi patria adoptiva, donde vivo 57 años, y siempre manifestando el cariño que tengo a estas tierras, jamás se dirá de mí que haya faltado mi ayuda alguna vez, tratándose de satisfacer el bien general¨.

Estas palabras no son las del fantasma de don Arnoldo Vogel, biografiado en el libro que hoy presentamos, cónsul alemán de Colima y propietario, a finales del siglo XIX y hasta 1926, de la bella hacienda de San Antonio, al norte de nuestro estado, en el municipio de Comala, casi al pie del volcán de Fuego.

Y digo que no son de su fantasma porque escuchándolas nos suenan muy cercanas, como si su presencia estuviera aquí, pronunciándonos en este mismo instante estas íntimas confesiones, y además, porque hay constancia en los libros de historia, por ejemplo en éste que presentamos aquí, que por lo menos los habitantes, ahora ex habitantes de San Antonio, por mucho tiempo creyeron que durante las noches el fantasma de don Arnoldo se paseaba por lo que fue su propiedad.

Pero no. No son las voces de ultratumba las que nos permiten hoy a nosotros, habitantes del siglo XXI, ya casi sobrevivientes de este agonizante 2005, saber de las revelaciones de este hacendado fallecido hace 79 años. Es algo mucho más sencillo y quizá no todo lo bien valorado que debiera ser, lo que hoy nos permite este privilegio: nada más y nada menos que los archivos, esos lugares colocados casi siempre en los últimos lugares de los presupuestos oficiales; para algunos ignorantes, afortunadamente cada vez menos, simples depósitos de papeles viejos e inservibles, pero en realidad verdaderos templos de la memoria documental de nuestro pasado, y por lo tanto faroles para el mejor entendimiento de nuestro presente.

Esta carta de tono intimista la encontró la historiadora, amiga de todos nosotros, Julia Preciado Zamora, en el lugar menos imaginado. En el archivo del Registro Agrario Nacional, delegación Colima, donde se supone que más bien habrían de encontrarse documentos que hablaran de hectáreas, afectaciones, expropiaciones, metros cuadrados y lineales. Por esto es importante la conservación de nuestros archivos, uno nunca sabe las sorpresas que puede encontrarse, las voces que están esperando a su historiador o historiadora para que las rescaten.

Julia supo del interés de Servando Ortoll por la figura de don Arnoldo, y, en una de las lecciones más bellas del libro que aquí presentamos, amablemente accedió a compartirlo.

¿Cuál es esta lección a la que me refiero? El trabajo del historiador nunca es, a final de cuentas, un trabajo solitario. Los historiadores no se desempeñan solos en sus rescates documentales, y está visto que los frutos son mejores cuando hay generosidad y trabajo compartido. De esta manera, siempre respetando los debidos créditos, Servando Ortoll nos ofrece en este magnífico libro una obra que a la postre es, como siempre lo es la escritura en sus últimas consecuencias, colectiva.

Así, entre sus líneas escuchamos las voces no sólo del propio don Arnoldo, sino también la de autores clásicos colimenses como es el profesor Torres Quintero, quien destapó en Servando, un obstinado investigador de los movimientos migratorios europeos y estadounidenses hacia México, y de las manifestaciones xenofóbicos y de violencia contra extranjeros en el país, el interés por el estudio de la comunidad alemana en nuestro estado. Y ni qué decir de la escritura del no menos estimado don Juan Macedo López, quien viviera su infancia en San Antonio, y a cuyo río de prosa vegetal y seductora, de las mejores en Colima, nos acerca Servando Ortoll con generosidad. Nada más el volver nuestra atención a los recuerdos de este espíritu sensible que fue don Juan, ya es una de las ganancias más estimable para el lector común que se acerque a esta biografía que pretendía ser política y ante todo un trabajo académico, aunque escrita “empáticamente”, desde los zapatos, la cabeza, los ojos y el corazón de don Arnoldo —hasta donde los archivos y los documentos pudieron permitirlo—, y que de hecho puede disfrutarse con mucho placer, además que rompe con varios estereotipos y lugares comunes que sobre el personaje y la época por mucho tiempo se tuvieron.

Pero el libro tiene cuando menos dos niveles de lecturas, y así como narra “las conquistas y desventuras de un cónsul y hacendado alemán en Colima”, también da cuenta de “las conquistas y desventuras de un historiador, hijo de inmigrantes, en Colima: Servando Ortoll”. A lo largo de sus páginas, sobre todos los aprendices de historiadores que somos, por ejemplo, los que nos dedicamos con especial interés al estudio de este oficio apasionante —arte y ciencia al mimo tiempo—, nos vamos dando cuenta de las vicisitudes que tuvo que librar Servando en la localización de las diferentes informaciones que poco a poco fueron dando cuerpo a su biografía, de su interminable empeño por hacerse de información sobre Colima más allá de Colima, e incluso más allá de México, en archivos extranjeros, así como de la inquebrantable capacidad para argumentar y debatir con colegas suyos que sustentan puntos de vista diferentes. De esta manera, los que somos estudiantes volvemos a encontrar en la lectura de este libro de Servando, al mismo excelente y generoso maestro que ya habíamos conocido en persona.

* Palabras pronunciadas con motivo de la presentación del libro Vogel: las conquistas y desventuras de un cónsul y hacendado alemán en Colima (Hermosillo: El Colegio de Sonora, 2005), en la Pinacoteca de la Universidad de Colima, el 18 de noviembre, 2005.
Publicado por S.O. |