12/7/08

Noches calladas, sin estrellas

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Diego es una de las voces más bonitas del flamenco [...].
Siempre que lo escucho se me alegra el alma.
Paco de Lucía.


Zambullirse en la mar de pasiones que desencadena la voz de Diego El Cigala equivale a dejarse arrastrar por un remolino irremediable y sin destino; a confesar que se está preparado para sentirlo, para sufrirlo, todo. Su voz gitana, flamenca, no sólo se alza por encima de toda una gama de tonalidades imposibles; también recorta palabras que se difuminan con las notas y que toca a nuestros oídos completar, como a nuestra alma unirse a los sentimientos que, desbordados o casi, buscan enloquecidos una fisura para escapar de las compuertas que los apresan.


Al igual que su música, las palabras inconclusas, entrecortadas de El Cigala nos llevan a presagiar no dos, sino un torrente de lágrimas reprimidas que amenazan –compás tras compás– con rebosarse, con lacerarnos con su furia refrenada. Fuego interno sin salida, emoción callada que no muerta, odio presumido; un canto a gritos que resiente un amor perdido, apartado, sin retorno. Olor a relaciones segadas de tajo, de expectativas insatisfechas a las que se contesta con un dejo de cinismo –para ello no hay más que escuchar su Compasión– panacea a la soledad impuesta. Y de pronto asoma un “pero te extraño”: revelación tardía, que ya nada modifica. Coplas desesperadas que evocan un pasado mustio, que nunca fue.

* * * * *

El País madrileño se apuntó una gran nota al producir Dos lágrimas, de Diego El Cigala, junto con un cuaderno de pasta dura en el que aparece “una conversación” que condujo Juan Cruz, en una media tarde sin fecha. Gracias a la entrevista nos enteramos de los miedos y los amores de El Cigala, de sus experiencias, de sus reacciones espontáneas (¿cuánto cuesta cantar junto a Paco de Lucía?), de su búsqueda por la grabación perfecta, de su rastreo en Berlín por sus compagnons de ruta musicales, también perfectos. La España gitana y la Cuba africana entrelazan sus raíces y de éstas brota una selva melódica insospechada. Nota tras nota, compás tras compás, su música nos inquieta. Acompañan a algunas piezas samplers inexplorados, que van desde La negra tomasa en voz del propio Diego, hasta el Concierto de Aranjuez, que mana del teclado mágico de Guillermo González Camejo, Rubalcaba.


Los cantos de Diego nos transportan. Nos hablan de distintos instantes del día y de la noche, y nos revelan que son esos relámpagos temporales, más que los espacios en los que ocurren, los que permanecen para siempre con nosotros. Noches nostálgicas sin estrellas, mañanas asoleadas colmadas de ilusiones, medias tardes que se prestan a charlas inéditas. Poco importan los lugares; son los momentos los que mellan.

Para los amantes de El Cigala –un Cigala por cierto más maduro, más cercano a esa música híbrida que le abrió camino con sus Lágrimas negras entre musicófilos del mundo entero– la mala nueva es que se complica dar con él: su disco se ha agotado en muchas partes. Pese a esto, pecará de imprudencia quien se pierda de un compacto tan fulminante, como las Dos lágrimas de Diego, El Cigala.
Publicado por S.O. |